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La filosofia de la delgadez o el "hipopótamo delgado" (página 2)




Enviado por Ricardo Peter



Partes: 1, 2

Para ver la muerte ya
no hace falta morirse; para ver la muerte basta
sentirse gordo. En efecto, cada vez más gente achaca parte
de sus trastornos a la gordura. Las tradicionales fobias a
animales o
insectos, las fobias ambientales como a tormentas y precipicios
(¿quién no recuerda Vertigo de
Hitchcook?), las fobias situacionales como el miedo al
avión y a los recintos cerrados, han sido desplazadas por
la fobia a la panza o al abultamiento del vientre. El miedo
número uno es engordar (y en segundo lugar, envejecer y
arrugarse).

La gordura está asociada al fracaso personal y la
delgadez al triunfo y al poder. La
depresión engorda y la gordura deprime.
Pero ahora que disponemos de más variedad de alimentos, mucha
gente rechaza la comida. La treta cultural consiste en atraernos
con ricos bocadillos y manjares para luego hundirnos en la
sensación de culpabilidad
por la gordura. La comida se ha vuelto un pecado:
"Confieso padre que he comido". Y la redención nos viene
de la dieta.

No es casual entonces que los trastornos de la alimentación
estén a la orden del día en las clínicas
psiquiátricas. La figura se ha vuelto una obsesión.
Aunque la anorexia y la
bulimia han
existido siempre, sólo en nuestros días, a partir
de los años 70, se han convertido en el binomio letal.
Muchas adolescentes
quisieran verse adheridas a un saco de huesos y no a un
cuerpo corriente y normal.

Tales trastornos se desarrollan sobre una cultura de
base narcisista, donde los índices de contemplación
en el espejo y superficies reflejantes han aumentado
vertiginosamente. En realidad, el miedo intenso a engordar oculta
una demanda
perfeccionista. En este caso, se trata de una demanda que
descalifica nuestro cuerpo tal cual es. Sólo que
descalificar nuestra figura corporal nos pone a nosotros mismos
contra la pared. En el temor a las tripas radica la dificultad de
muchas personas, mujeres en un 90%, para ser normales.

Una mujer delgada, y
mejor aun, una mujer esqueleto como la inglesa Twiggy que en sus
tiempos de gloria medía 1.70 y pesaba 44 kilos (contra los
60 kilos y 1.67 de altura de Marilyn), puede conseguirlo todo,
mientras, según la moda, las mujeres
suculentas, refaccionaditas de carnes, están abocadas al
fracaso.

Un buen ejemplo de los desastres de la filosofía de la delgadez es la historia de la
norteamericana Marya Honrbacher, autora del libro
Días perdidos [1]que quiso contar
los años que vivió oscilando entre la bulimia y la
anorexia nerviosas, y que nacida en 1974, a sus 35 años de
edad ha logrado finalmente alcanzar los 47 kilos, pero para
cuando se mataba de hambre su peso llegó a bajar de 61
kilos, ("¡parezco un elefante!", chilló entonces) a
23 kilos y medio, igual que un niño de seis años.
En sus apuntes, confiesa: "Caí en la bulimia a los nueve
años y en la anorexia a los quince…".

Quien da la mejor razón psiquiátrica de
estos dos fenómenos culturales, la anorexia nerviosa y la
bulimia nerviosa, es el Manual de la
Sociedad
Americana de Psiquiatría, mejor conocido en el medio
clínico por sus siglas como el DSM-IV.

De la anorexia
nerviosa, el Manual señala que "las
caracerísticas esenciales consisten en el rechazo a
mantener un peso corporal mínimo normal, en un miedo
intenso a ganar peso y en una alteración significativa de
la forma o del tamaño del cuerpo [2]Del
segundo trastorno, la bulimia nerviosa, afirma que consiste "en
atracones y en métodos
compensatorios inapropiados para evitar la ganancia de peso" y
especifica además, que la "autoevaluación de los
individuos con esta enfermedad se encuentra excesivamente
influida por la silueta y el peso corporales"[3].
En ambos casos hay un horror a engordar y una tendencia al
repudio de si mismos. Son sujetos que incapaces de establecer una
relación normal con sus cuerpos, se mueven entre el ideal
de un modelo
corporal inaccesible e incompatible con la salud y el autodesprecio por
el cuerpo real. Seres que aspiran a ser
etéreos.

Sin embargo, con todo que el DSM-IV fue elaborado por 13
grupos de
trabajo de 5 o
más miembros cuyas opiniones fueron sucesivamente
analizadas por un grupo de casi
100 consejeros todos ellos dependientes, a su vez, de un
comité elaborador de 27 personas, para conocer realmente
el deterioro que puede provocar la filosofía de la
delgadez, el testimonio de Marya Hornbacher es más
instructivo que el Manual de los trastornos mentales de la
sociedad de psiquiatría norteamericana. De aquí que
quien se sienta atraido por este juego de
manias raras y comience a obesionarse por el peso, a tantear con
dietas o se
sienta fascinado por la filosofía de la delgadez , en vez
de consultar el voluminoso DSM-IV, le convendría atascarse
por un rato con la lectura de
Días perdidos.

¿En qué consiste la lógica
de la nutrición-que-no-nutre? ¿Qué
motivó y sustentó la adicción
famélica de Marya Hornbacher? Pero, aun más:
¿qué esconde ese tipo de conducta donde la
lucha rigurosa no es tanto contra la comida, como pareciera a
simple vista, sino contra si mismo bajo el pretexto del alimento?
En fin, ¿quien o qué pedía a Marya Horbacher
que detestara su propio cuerpo? ¿Qué tipo de
"ideal" puede jalar hasta el abismo a una niña a
sólo nueve años de edad?

El testimonio de Marya Hornbacher revela no sólo
las razones neuróticas de su relación con el
alimento, sino la dinámica misma que se esconde detrás
de cualquier tipo de trastorno alimenticio, o sea la tendencia
despota a la perfección, donde la comida, como en su caso,
es un obstáculo para ser perfecta y perder kilos era la
mejor manera de conseguir la perfección. En definitiva,
através de las dietas, del ejercicio físico
excesivo o del vómito frecuente, Marya Horbacher
pretendía que todo estuviera en orden y controlado:
"Cuando una mujer está delgada, sostiene, demuestra su
valía. Creemos que ha hecho aquello que ninguna mujer
puede hacer: controlarse…"

Practicamente el control hace
surgir el efecto de que todo es o todo marcha como debería
ser. La busca del cuerpo perfecto simboliza la busqueda del
control y, por consiguiente, la busqueda de la perfección.
Pero el control es la locura. A este propósito resulta
interesante entresacar literalmente algunas líneas de su
historia:

"Con frecuencia, las personas con trastornos de la
alimentación están más preocupadas por la
percepción de los demás que por sus
propios sentimientos (p.65) En nuestra cultura, la delgadez se
asocia a la riqueza, al ascenso social, al éxito.
Tal vez no sea necesario señalar que estas circunstancias
se asocian al autocontrol y la disciplina. La
yupificación del cuerpo y el alma, personas
perfectas con trabajos de altísima responsabilidad…sonrisas de dientes perfectos,
vidas de ensueño (p.72). Toda la bibliografía existente
acerca de los trastornos de la alimentación coincide en
afirmar que las anoréxicas odian la menstruación
(p.77) Dejó de importarme todo salvo la
autodestrucción, que me interesaba mucho (p.101) Cuando
crees que no vales nada en y por ti misma, de algún modo
también empiezas a creer que la vida no vale nada en y por
sí misma (p.148). Siempre olvidamos este
detalle.

Consideramos que la bulimia y la anorexia son
psicosis
extrañas o bien un hábito, una fase, algo que hacen
las mujeres. Olvidamos que se trata de un acto violento que habla
de un nivel profundo de furia y de miedo hacia el propio ser
(p.166) Me parecía que la vida era un período
demasiado largo, un número elevadísimo de
años en los que me vería obligada a bailar al son
de los otros, sonreir, ser Maravillosa, Feliz, Increible y
Precoz. A los dieciséis ya estaba harta de la vida, harta
de ser excesiva, demasiado intensa, demasiado maníaca.
Estaba harta de la gente y mucho más harta aún de
mí misma (p.180) Las personas aquejadas de trastornos de
la alimentación suelen ser competitivas e
inteligentes.

Somos increíblemente perfeccionistas…Nos
hartamos de ser impresionantes, de tener que parecer
impresionantes (p.181) Cabe destacar que se considera que
más de la mitad de las pacientes de trastornos de la
alimentación son "alexítmicas", es decir, incapaces
de verbalizar de forma efectiva los estados emocionales pese a
que con frecuencia son excepcionalmente verbales (253) No estaba
triste, enfadada ni deprimida; no era una persona bipolar
ni esquizofrénica; no padecía un trastorno de
personalidad,
no había vivido experiencias excepcionalmente
traumáticas ni me sucedía nada malo a nivel
externo. Lo que me sucedía era yo misma, por lo que
ningún tratamiento me curaría (p. 256). Me odiaba a
mí misma y no creía tener derecho a vivir …De
hecho, todo en mí era mentira (p.267).
No quería ser yo (p.268) Nunca me había sentido
bien conmigo misma (p.276) Muchas mujeres sufren trastornos de la
alimentación en primera instancia porque temen alcanzar la
edad adulta, tienen tanto miedo que haran lo que sea por evitarlo
(p.299) La etiología principal era mi personalidad (p.300)
Con toda probalibilidad, lo que había sucedido era que,
enfrentada a una serie de cosas de mi vida que no me gustaban,
recurrí al trastorno porque nunca había aprendido a
afrontar nada, joder (p.301) Creía a pie juntillas que el
éxito era la llave de la salvación; el éxito
me absolvería de los pecados de la carne y el alma, me
alejaría de la vida que odiaba. "Éxito" significaba
una carrera perfecta, relaciones perfectas, control perfecto
sobre mi vida y sobre mí misma, todo lo cual
dependía de un yo perfecto, el cual a su vez
dependía de un cuerpo perfecto…El hecho de no examinar
la relación entre el éxito y la
autoaniquilación estuvo a punto de matarme…(p. 302) Todo
debe hacerse a toda costa…Realmente te parece que el cielo se
desplomará si no te encargas personalmente de sujetarlo
(p. 308) Siempre estoy ocupada…No tengo interruptor de apagado
(p.323).

Si damos un paso más, hacia el final de su libro,
Marya Hornbacher consigna la verdadera razón de su
problema con los alimentos, dice:"la razón por la que era
anoréxica: el miedo. Miedo a mis necesidades de comida, de
sueño, de contacto, de conversasciones sencillas, de
relaciones
humanas, de amor. Era
anoréxica porque me daba miedo ser humana

(p.345).[4]

Miedo de ser humana: pero liberarse de la humanidad, es
decir, de la trivial, rutinaria y a veces "vulgar tarea de
vivir", como dice la autora de Dias perdidos, liberarse
de ser un ser corriente, con fallas y fracasos, liberarse de la
vida normal hecha de defectos e imperfecciones, liberarse del
propio cuerpo, cada día más flacido y cada vez
menos elástico, equivale, en última instancia, a
liberarnos de lo único que tenemos, esta vida tal cual es,
a momentos insignificante, molesta, caprichosa, irregular y
mediocre, pero, para bien y para mal, terriblemente única,
corta, irreversible e interesante.

Desde este punto de vista, "los trastornos de la
alimentación, dice por experiencia propia Marya
Hornbacher, son muletas a cualquier nivel; también son una
adicción y una enfermedad y, sin lugar a dudas, son un
modo de evitar el dolor banal y molesto de la
vida"[5]

A este propósito, algunas mujeres han lanzado el
grito al cielo: "las dietas hipocalóricas son el método
más eficaz para frenar el movimiento
femenino". Los actuales modelos
estéticos, dominantemente perfeccionistas, condenan las
mujeres a lo imposible. No hay términos medios:
esqueléticas u obesas. Ágiles, ligeras y esbeltas,
es decir, perfectas o en caso contrario, fracasadas.

Practicamente, la filosofía de la delgadez es el
intento de vanificar los términos medios de la vida. Pero
debajo del intento de que todo debe ser estelar, monumental,
brillante y sobresaliente, descansa una poderosa y despiada
visión de la vida que, en el fondo, choca contra
la misma realidad de la vida, defectuosa e imperfecta. El temor a
un cuerpo imperfecto es sólo el reflejo, como lo dice
Marya Hornbacher, del temor a un alma imperfecta que nada ni
nadie puede curar.

El plan que
diseña el ideal de la perfección no tiene cabida
para una existencia imperfecta. Entonces, a la pregunta:
¿qué domina la mente de una búlímica
o anoréxica?, la respuesta no es desconocida: la
pretensión de alcanzar la perfección.
[6]

La delgadez es sólo una manera de alimentar el
vacio interior de la perfección. La busqueda de la
perfección no es saludable. Esta es la poderosa
convicción de Marya Hornbacher al final de su espantoso
viaje por los trastornos de la alimentación. En efecto,
queriendo ahuyentar el caos de la vida, quien busca la
perfección crea un auténtico caos improductivo en
su vida.

La filosofía de la delgadez se ha convertido en
teología de la delgadez, en un credo a prueba de
mantequilla; una fe que conduce a la desesperación por las
nalgas caidas, los pechos abandonados a su suerte, las crecientes
arrugas, las manchas, el doble mento, las estrias y las llantas
alrededor del cuerpo. Así como "los santos van al
infierno", célebre título de una novela de Gilbert
Cesbron, también las rellenitas van al cielo. Rosa Montero
reivindica el derecho que tiene todo ser humano a la barriga.
Sólo los ángeles no
son mantecositos. No somos body building, sino, como se dice,
seres de carne (gelatinosa) y huesos (en vias de
descalcificación). No vivimos del aire, sino de
carbohidratos,
grasa animal y de un sinumero de pequeños vicios, que
pueden volver loco por completo a un nutriologo ortodoso, pero
tienen el mérito de hacer la vida más
disfrutable.

 

 

 

 

 

 

 

Autor:

Dr. Ricardo Peter

[1] Marya Hornbacher, Días perdidos,
Mondadori, Barcelona, 1999.

[2] DSM-IV, Manual diagnóstico y estadístico de los
trastornos mentales, Masson, S.A., Barcelona, 1995, pag.
553.

[3] Op. Cit., p. 559.

[4] El cursivo es mio.

[5] Op. Cit., p.363 (el cursivo es mio). Como
si se tratara de una tesis
doctoral, al final de su libro Marya Hornbacher ofrece una
cuantiosa bibliografía especializada sobre los
trastornos de la alimentación que estuvieron a punto de
arrancarle la vida. Y aunque al presente no se declara
"curada", pues como ella misma sostiene "nunca regresas del
todo… nunca acabas de salir del espejo; te pasas el resto de
tu vida con un pie en este mundo y el otro en el lado opuesto,
donde todo está boca abajo y es muy triste" (p.368), es
consciente, sin embargo, de que está viva y de que
quiere seguir esa moda trivial de vivir la vida que tiene, con
todas las cosas indeseadas, que no hay manera de mitigar: "Sigo
viva, concluye, por razones prosaicas en extremo".

[6] La Terapia de la imperfección
(TI), cuya función
es corregir los trastornos provocados por la tendencia a la
perfección, encuentra a la base de algunas disfunciones
tales como los trastornos de la alimentación, la
depresión, el Trastorno Obsesivo-Compulsivo de la
Personalidad (TOCP), trastornos de ansiedad y otros, el
denominador común de la búsqueda de la
perfección. Para acercarse al enfoque de la Terapia de
la imperfección sugiero mis libros: Una
Terapia para la persona humana, 3ª. Ed., BUAP, México, 2001; Líbranos de la
perfección, 3ª Ed. LAG, México, 2003; Honra
Tu límite, 2ª ed. BUAP, México, 2003.

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